Se que me estoy repitiendo un poco con mis aventuras de fiesta, pero es que cada vez que salgo a bailar la noche da tanto de sí, que es inevitable mencionarlo. Hace unos meses, una amiga estaba de cumpleaños y decidió celebrarlo con una cena y después fiesta en una discoteca, para ser completamente honesta, a mi no me gusta nada ir a discotecas, porque es ahí donde más me encuentro con babosos, supongo que se sienten protegidos por la oscuridad. Ese día había un concierto de salsa catalana en una de las plazas de Gràcia, me pareció super curioso eso de la salsa catalana, así que fui primero al concierto con un grupo de amigas y después a la celebración del cumpleaños de mi amiga al bar donde habían quedado para tomar unas copas antes de ir a la discoteca.
Fuimos al Bling Bling, como eramos un grupo mixto de varias personas, aunque con mayoría de mujeres, decidí entrar. Este sitio tiene dos ambientes, la sala principal es de música electrónica y una pequeña sala de reggeaton, el grupo quería bailar reggeaton, así que nos fuimos a la sala pequeña. Mientras estábamos bailando, un chico se acerca, me extiende la mano y me pregunta, ¿bailamos?, yo le sonreí y le dije cortésmente, “no, gracias”.
A la siguiente canción me volvió a preguntar, yo le repetí mi respuesta porque no me apetecía bailar con nadie. Después de escuchar la misma pregunta, de la misma persona varias veces, me percaté de que el chico estaba con un grupo de amigos, que estaban justo al lado nuestro, varios intentaban de todas las maneras acercarse y bailar con las chicas con las que yo estaba.
Había uno rubio, muy alto y grande que cada vez que pasaba por mi lado me empujaba, como esa noche yo no estaba de humor, porque me sentía agobiada de estar en ese sitio encerrado y con música de letras que no me gustan nada, me alejé del grupo y empecé a bailar cerca de la pared, donde me sentía de aquel espectáculo de machos cabríos intentando seducir a “jovencitas solitarias”, una de las chicas amigas de mi amiga, me jaló de la mano para traerme nuevamente al grupo de chicas, estábamos bailando en círculo, cuando de repente el chico rubio alto, me pasa por el lado de manera violenta y me golpea la cara con su hombro, yo respiro, le toco el hombro y le digo en inglés: “excuse me, can you be careful please, you are hitting me everytime you pass by my side”, a lo que el chico se gira y me responde: “¡Cállate!... yo respiré y nuevamente le toqué el hombro, esta vez le hablé en español para que me entendiera: “Oye, podrías moverte por favor, es me estás pegando cada vez que pasas por mi lado”, el chico se gira nuevamente, se pone un dedo en los labios y me dice: “te dije que te callaras”.
En ese momento se me subieron todos los colores, así que lo cogí por los hombros, lo levanté y lo moví lejos de mí, mientras le decía “¡Te dije que te movieras, joder!” el chico, que después fue bautizado como “El vikingo” por mis amigas, caminó hacia mí furioso con los ojos en llamas, los labios y puños apretados en una total actitud de, te voy a pegar. Yo lo esperé con el pecho adelante, los hombros hacia atrás, la mirada y el mentón altos y los puños apretados, dispuesta a defenderme con lo que hiciera falta. No estaba dispuesta a retroceder ni un centímetro, así que le encaré, con la mirada tranquila; pegó su cara a la mía, pero yo no retrocedí, hasta que sus amigos lo cogieron por los hombros y se lo llevaron. Él seguía mirándome con rabia, caminando entre sus amigos como un león enjaulado, yo lo miraba de reojo mientras respiraba profundamente para tranquilizarme y me pasaba las manos por la cara para liberar toda esa energía acumulada.
Mientras respiraba, empecé a notar que ninguna de las personas con las que estaba se acercó a preguntarme si estaba bien, un amigo se puso a mi lado, supongo que para demostrarle al vikingo que no estaba sola, pero nadie me dijo nada, no recibí ni una sola voz de apoyo, ni una pregunta de qué pasó, por el contrario, percibí alguna mirada de desaprobación. Me sentí completamente sola, pensé inmediatamente en mis amigas, en mi manada, que siempre está ahí para apoyarme y defenderme. Decidí irme, ese no era mi lugar, ese no es el tipo de personas con las que quiero compartir mi tiempo, ni mi energía, yo estaba tranquilamente en un concierto en la calle donde se defiende la libertad y el respeto, donde nos cuidamos mutuamente y no se permite ese tipo de abusos, el hecho de que una persona esté borracha o sea demasiado grande y torpe, no le da ningún derecho a pasar por encima de las demás.
Me despedí de la gente del grupo, mi amigo me dijo: “te quiero mucho” y la chica que estaba a mi lado me dio un abrazo y me dijo: “me encantó conocerte”, en ese momento me rompí y empecé a llorar, salí llorando de esa discoteca, me sentía llena de rabia, ¿por qué tengo que vivir algo así?, ¿Por qué un gilipollas tiene que portarse de esa manera tan desagradable?, decidí caminar a casa para tranquilizarme, al poco rato empecé a reírme entre lágrimas, cuando tomé conciencia de lo que había hecho, había levantado a un hombre que me sacaba dos cabezas y lo había apartado, ¿de dónde saqué la fuerza? no tengo ni idea, pero no podía parar de reír imaginándome la expresión del vikingo cuando vio que la que le había movido era una mujer de la mitad de su tamaño.
Estuve buscando alguna foto que representara al personaje en cuestión y esta es la que más se acerca a la imagen que tengo en mi memoria del vikingo, un hombre grande y musculoso, por eso me sorprende aún más haberlo podido mover, pero como dicen por ahí, cuando tienes rabia sale una fuerza de la que no somos conscientes. Es hora de empezar a despertar y trabajar esa fuerza escondida para utilizarla en el momento en que necesitemos defendernos. Yo no creo en la violencia, pero creo firmemente en que debemos defendernos, así como lo hacen las rosas, si te atreves a tocarnos sin nuestro permiso te harás daño.
Soy consciente de que aún nos queda un largo camino por recorrer, en esto de lograr que realmente nos veamos como iguales entre todos los seres humanos de este planeta, en respetarnos, cuidarnos y amarnos en libertad… la pregunta que debemos hacernos antes de actuar de cierta manera es, ¿le haría eso a mi mejor amiga o amigo?
De camino a casa me encontré un tulipán rosa en paseo de Gràcia, y lo recibí como un regalo de la vida por ese mal momento que acababa de vivir. Gracias Universo por siempre darme luz.
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